Gabriel Miró
(Alicante, 1879-Madrid, 1930)
Suele enclavarse a Miró en la generación del 14, la de Ortega y Gasset, Gómez de la Serna, Pérez de Ayala y Juan Ramón Jiménez. Si en su tiempo fue un escritor incomprendido, cuya valía tardó en ser reconocida, hoy, Miró es casi un olvidado. Igual que otros escritores ilustres, inventa Miró un heterónimo de gran eficacia para combinar el distanciamiento de la tercera persona con la vivencia individual: “Sigüenza”, protagonista de varios libros. Frágil de salud, hipersensible, amante de la vida recogida, vivió Miró consagrado a su creación artística -relatos, cuentos, novelas, artículos- y a su intimidad. En las ciudades donde residió, Alicante, Barcelona y Madrid, desempeñó puestos administrativos que le permitieran subvenir sus necesidades familiares. La innovadora narrativa mironiana tiene un fuerte componente existencial. El amor y su patología, la opresión social sobre el individuo, la hipocresía, el tedio vital, la crueldad para con los animales, la enfermedad, la muerte, la condición efímera de la vida y la nostalgia por un paraíso ni perdido ni alcanzable, son sus temas centrales. El peculiar mundo del autor puede apreciarse de forma plena en una de sus novelas más representativas y tal vez su obra maestra en lo tocante a la composición: Las cerezas del cementerio (1910).