La inseguridad de atribuciones o supercherías en la poesía áurea es característica previa para poder establecer un ámbito estético aprehensible por el lector de hoy, más allá de prestigios de críticos, estilos improbables, recomposiciones decimonónicas, etc. La propuesta oscila entre dos tradiciones críticas incompatibles: editar o no poemas cervantinos posibles que se integrarían en un corpus difuso, ambiguo, quizá connotativo de algún aspecto vitalista del escritor, también de cómo se integró, o no, en una práctica discursiva como la poesía en su momento histórico. La selección de composiciones, veinte en total, son tan prácticas como especulativas, es decir, se integran en un sentido inicial de lo usual, pero también de lo improbable. En este aspecto textual, no se puede abogar por ninguna seguridad absoluta y lo incognoscible se impone irremediablemente al poema, ya sea religioso, festivo o burlesco…, y los códigos formales, métricos (canciones, romances, sonetos, por ejemplo) tampoco proporcionarán un sentido ‘recto’ para así desvanecer a Cervantes en la conexión privilegiada de una identidad o diferencia que roza el vacío y la nada.