En Abel Sánchez. Una historia de pasión aúna Miguel de Unamuno la tragedia griega, el fratricidio bíblico y el auto sacramental barroco. Con ello compone una novela expresionista conmovedora. Descendiendo hasta lo más recóndito del alma de Joaquín Monegro-Caín nos invita a conocer sin tapujos su calvario y los secretos mejor guardados de una ciudad de provincias, aquellos que sólo un médico de cabecera como los de antaño puede atisbar. Paradójicamente, ese sabio y culto personaje, autoridad máxima en el Casino, intelectual y escritor, asiste impotente a su propia e injusta humillación. A veces clama dolorido como un nuevo Segismundo. Los celos, la envidia se apoderan de él sin remedio, el odio le rebosa. Desde niño su amigo Abel, sin mérito alguno, le ha sobrepujado en todo. Los éxitos mundanos del frívolo artista, el agraciado, que le arrebató a Helena, nutren el resentimiento de Joaquín. Su mal se torna ontológico y aniquila la voluntad de bien que albergaba en su seno. El final de la novela agranda el carácter trágico del héroe creado por Unamuno, su Caín. Abel muere en sus manos. Nuevo fracaso del inteligente médico, que, si no lo mata, tampoco lo salva.