Se trata de una de nuestras obras más importantes del siglo XIII, pues recoge en buena medida elementos de la lírica galaicoportuguesa, la temática del amor courtois en sus primeras manifestaciones peninsulares y diversas fuentes tradicionales y cultas además de un contenido teológico cuyo protagonismo situamos en los sacramentos del Matrimonio y de la Eucaristía. Se trata de un texto elaborado probablemente por un clérigo del monasterio de Piedra, miembro de la orden cisterciense que sigue en la obra los postulados de las Sententiae de Pedro Lombardo, base sobre la que se construyen los Denuestos del agua y el vino, pero también la primera parte, la Razón de amor. A su vez, es una de las primeras manifestaciones literarias cistercienses en nuestro país, receptoras de la influencia foránea, especialmente francesa e italiana. Constituye un buen ejemplo del género de la disputatio medieval y de la lengua de frontera, pues confluyen en el poema aragonesismos, términos galaicoportugueses, catalanismos y un castellano que va abriéndose camino. Se trata, en definitiva, de un formidable texto que podemos encuadrar dentro del Mester de Clerecía, no ajeno a algunas influencias juglarescas.